DARREN ARONOFSKY: OBSESIONES Y PESADILLAS
A pocos días de la ceremonia de los Premios Oscar 2023, donde Darren Aronovsky compite con su último opus “La ballena”, con grandes posibilidades de obtener múltiples reconocimientos, hemos querido regresar sobre la obra y trayectoria de este cineasta neoyorquino contemporáneo, y su universo tormentoso y obsesivo. Dos constantes llaman poderosamente nuestra atención. Por un lado, el estudio de los entornos donde evolucionan sus personajes, y la puesta en crisis de la noción de “comunidad” plateada en sus películas, sea esta familiar, barrial, religiosa, artística, deportiva, profesional o económica, en las que toda práctica grupal y social resulta trastocada. Lo que nos conduce a observar la ruptura psicológica de sus protagonistas, muy a menudo sobresalientes en algún campo de la creatividad o del conocimiento, que por consumirse en la perfección o exceso de la búsqueda del fuego interior, queman sus alas con su propia flama. Esta naturaleza prometeica, los hace perder todo aquello que ganan y alcanzan legítimamente. El duelo, y la no aceptación del desprendimiento, conducen a los personajes de Aronovsky a un estado de permanente alteración, propio de la pesadilla, donde los límites entre la realidad y la locura se desvanecen fácilmente. Encerrados por un entorno que no dominan, la paranoia se convierte en el rasgo distintivo, que define la relación entre el sujeto y su medio circundante, sea este una habitación, un apartamento, una casa, un barrio, un cuadrilátero o el escenario mismo. Cine de la intensidad y de la pérdida, Darren Aronovsky reflexiona sobre las promesas rotas e incumplidas por la modernidad, en aquellos que lo apestan todo por ella.
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EL CINE DE DARREN ARONOFSKY
por Marco Antonio Núñez
Cada película de Darren Aronofsky encuentra su propio estilo. Un delicado equilibrio entre el contenido temático y su expresión visual ha caracterizado el devenir creativo del cineasta de Brooklyn. Su huida de formulismos autocomplacientes, equidistante tanto del academicismo como los gustos mayoritarios, han hecho de él uno de los autores menos previsibles de su generación, marcada por una cierta tendencia a encontrar acomodo en la gran industria.
Cada obra de Aronofsky se propone como una estrategia que explicita la urdimbre del deseo, las costuras de la ilusión que pretende realizarlo poniendo atajos al principio de realidad. El hombre es ante todo un tejedor de fantasías, un alquimista de hermosos sueños. Pero al final del sueño siempre aparece el monstruo. El miedo, el dolor, la vejez, la enfermedad, la soledad, la obsesión y la adicción (una variante somática de aquélla) son las costuras que unen los fragmentos de eso que llamamos “hombre”. Su búsqueda estilística ha transitado por el delirio paranoide vehiculado sobre una planificación aberrante, texturas granujientas y el uso controlado de la gramática del videoclip, hacia la sencillez de una mirada serena que documenta y delega la comunicación a sus intérpretes y las significaciones que codifican los espacios.
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